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Publicado: 20/03/2011
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Fuente: Página 12 Turismo

Desde la ciudad de Humahuaca se visitan dos lugares poco conocidos de la famosa quebrada, que suelen quedar afuera de los circuitos clásicos y están entre los más espectaculares de la provincia: las serranías del Hornocal y la comunidad kolla de Hornaditas con su bosque de cardones gigantes.

La comunidad kolla de Hornaditas está a 15 kilómetros de la ciudad de Humahuaca y se puede llegar en vehículo propio o en remise por un camino de asfalto (la Ruta Nacional 9). Lo más llamativo allí es el bosque de cardones, donde sobresale uno de dos siglos de antigüedad y más de 10 metros de altura. Pero lo más extraño de ese cardón es su profusión de brazos entremezclados a lo pulpo, como no existe otro en toda la quebrada. El paseo por el espinoso bosque lo suele guiar algún niño de la comunidad, y así los visitantes se enteran de que ese es seguramente el cardón más grande y antiguo de la Quebrada de Humahuaca, aunque ha ido empequeñeciéndose con el paso del tiempo (igual que los hombres). Cuando son jóvenes los cardones crecen como una columna solitaria, pero con los años se van ramificando en forma de candelabro. Por lo general crecen en las serranías de mediana altura, y cuando se secan dan una madera liviana y resistente que se utiliza en la construcción de los techos de las casas. Sus espinas miden 8 centímetros de largo y sus flores son grandes, vistosas y efímeras: se abren sólo de noche y viven entre 24 o 48 horas.

A 200 metros de los cardones hay unas pocas casas desperdigadas pertenecientes a algunas de las 82 familias kollas que conforman la comunidad de Hornaditas, dedicadas a la agricultura y la ganadería. En el lugar, llama la atención una gran iglesia blanca y un árbol de más de dos siglos que está frente a ella. El pequeño guía explica que es un churqui –de la familia del algarrobo– venerado por la comunidad. Por eso, cada año, a mediados de enero o principios de febrero se realiza en Hornaditas la Fiesta Nacional del Cardón y el Churqui, en la que participan grupos folklóricos con erques y charangos, y copleros de toda la Puna y la Quebrada de Humahuaca.

Vida de campo

Desde hace casi una década algunos miembros de la comunidad de Hornaditas alojan turistas, a quienes ofrecen una estadía sin lujos en casas de adobe y pisos de tierra, en las que los visitantes disfrutan de los pequeños placeres cotidianos de la vida de campo en la quebrada. Esto implica, de acuerdo con el gusto de cada uno, participar en el “semilleo” del maíz o de su cosecha, salir a buscar al rebaño de un centenar de cabras en la montaña y llevarlas al corral con la ayuda de unos perros, cocinar pan en un horno de barro, o preparar con los integrantes de la familia un guiso de quinoa, mote o papa verde. La idea de los anfitriones es no actuar para el turista sino mostrarle su vida diaria tal cual es.

Uno de los pioneros del turismo rural comunitario en Hornaditas fue el matrimonio de Clara y Héctor Lamas, que vive en una idílica quebrada al pie de un viejo antigal (fortaleza de los omaguacas). La idea de recibir turistas surgió por casualidad, cuando una tarde fría de 2002, Clara invitó a un grupo de viajeros que esperaba un micro a tomar mate cocido en su casa. Como se sintieron muy a gusto, los invitados se quedaron a dormir sobre unos cueros de oveja y a la mañana siguiente se fueron felices de la vida sugiriéndole a Clara repetir la experiencia y comenzar a cobrar.

Ahora la “infraestructura” ofrece algo más de confort porque hay camas y velador, y el baño –que está afuera de la casa– tiene inodoro, lavamanos con espejo y una ducha. Las comidas son casi al aire libre, bajo el quincho donde está la mesa familiar. Los visitantes suelen quedarse entre uno y tres días; algunos visitan la cercana Inca Cueva, otros viajan a Iruya, en Salta, o a Villazón, en Bolivia, y regresan a dormir. Y la mayoría simplemente se dedica a descansar y hacer salidas por los sitios arqueológicos de los alrededores. En la casa de Clara los visitantes participan del ritual de “corpachar” la tierra (darle de comer), aunque solamente en la primera semana de agosto, como lo indica la tradición.

El trekking a la Inca Cueva desde la casa de Clara Lamas permite visitar un sitio de arte rupestre considerado por los arqueólogos el más importante de la región. Casi todo el techo y las paredes de esta cueva de 10 metros de alto, 40 de ancho y 5 de profundidad, están cubiertos con pictografías de colores blanco, negro y rojo, que forman figuras geométricas, de animales y perfiles humanos. Lo más significativo es la antigüedad de las figuras, calculado en unos 10 mil años. Se componen de círculos concéntricos, líneas de puntos y en zigzag. De siete mil años son los cuerpos humanos alargados, sin piernas ni manos, pero con vistosos adornos. Y de 1500 años atrás son las imágenes de un grupo de llamas domesticadas. Esta caminata hasta el límite oriental de la Puna sólo se puede hacer con un guía de la zona y dura seis horas.

Cerro de los mil colores

En Jujuy son famosas las postales del cerro Siete Colores en Purmamarca y la Paleta del Pintor en Maimará. Pero la mayoría de los visitantes abandona la quebrada sin conocer el más espectacular de aquellos cerros –las serranías del Hornocal–, que empalidecen a los anteriores por la altura y el ancho de sus vetas de colores sobre la ladera completa de un cordón montañoso, desde el pie hasta la cima. Estas serranías son parte de una colorida formación calcárea llamada Yacoraite –vetas superpuestas de distintos colores—, que se extiende en línea desde Perú, bajando por Bolivia y la Quebrada de Humahuaca, terminando en Salta. Las serranías del Hornocal están a 25 kilómetros de la ciudad de Humahuaca y no son muy conocidas porque su angosto camino de ripio no permite llegar a los autobuses que llevan turistas en masa. Pero sí se puede ir con cualquier otro vehículo común, manejando con cuidado. Se llega por la Ruta Provincial 73 desde Humahuaca y son 25 kilómetros hasta un mirador que está junto a una antena con una panorámica increíble del Hornocal.

Fuente: Página 12 Turismo


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