Apacible y serena", dijo el escritor Héctor Tizón. "La cenicienta de las provincias del interior", la definió Enrique Banchs. Jujuy es una tierra de escritores y poetas que ofrece mucho más que la famosa Quebrada de Humahuaca, declarada Patrimonio Mundial de la Humanidad por la Unesco, ya que desde las yungas hasta la Puna, y desde la cordillera hasta las salinas, la provincia invita a descubrir un sinfín de sitios impensados y maravillosos.
Jujuy conforma un territorio que tiene tantos colores y matices como los de su famoso cerro. Desde San Salvador de Jujuy, el itinerario puede arrancar por la ruta 9. A 38 kilómetros de la ciudad, en la localidad de Volcán, se encuentra el Centro de Visitantes Quebrada de Humahuaca, que permite conocer la historia, arqueología, tradiciones y ritos del hombre andino. "Conozca 10.000 años de historia", anuncia un cartel. Y eso se logra a través de elementos como una línea de tiempo que da cuenta de los procesos geológicos, y diferentes tipos de maquetas y explicaciones que describen la arquitectura de tierra y piedra, además de las fiestas populares. El paseo termina en la Feria Artesanal de la Quebrada y la Puna, donde se ofrecen artículos de lana de llama.
El viaje comienza a ser impactante mucho antes de llegar a lugares mágicos como Purmamarca o Tilcara. Arranca con el cambio de paisaje, los cerros pintados por los minerales, el viento norte que sopla en la cara y una montaña de laja, que los jujeños llaman "Falso volcán".
El Cerro de los Siete Colores es uno de los imperdibles, por su belleza y porque resume la historia geológica de la zona. Para los fanáticos de la actividad deportiva, es recomendable caminar o recorrer en bicicleta los 3 kilómetros del Paseo de los Colorados, que se inicia en Purmamarca y atraviesa parte del lecho de un afluente de un río. Los tonos blancos y violáceos y el silencio -siempre el silencio- son en sí el mayor espectáculo del paseo.
Otra opción antes de llegar a Tilcara es hacer una parada para descansar en la Posta de Hornillos, que fue un paso obligado en la ruta que unía al Alto Perú con el Virreinato del Río de la Plata. Allí se puede acampar y conocer un museo histórico, con testimonios del pasado colonial, como un molino de piedra de la época de la Independencia.
Epicentro de la Quebrada, Tilcara es un buen lugar para pernoctar, ya que ofrece desde posadas, hoteles hasta hoteles boutique para los más exigentes. Desde las artesanías hasta las comidas típicas (carne de llama y dulces regionales), el lugar es ideal para conocer la cara más auténtica de la Puna. También allí los amantes del turismo aventura cuentan con excursiones como la que va hasta la Garganta del Diablo, unión de dos ríos que produjo una zanja pronunciada y una cascada de 14 metros de altura, a 8 kilómetros del pueblo. Los más audaces toman el "Camino de Herradura", que insume dos horas y ofrece unos cuantos desafíos.
Un viaje de dos horas lleva hasta Abra Pampa -la "Siberia argentina"- y a Casabindo, en plena Puna. Los últimos 52 kilómetros son de tierra, pero los autos pueden transitarlos sin problemas. En Casabindo, un pueblo de 300 habitantes, la infraestructura turística es casi nula: sólo bares para los lugareños. Pero la contemplación de su cielo -del que Tizón dijo que "está más cerca que en ninguna otra parte y es azul y vacío"- vale el viaje. Su blanca e imponente iglesia del siglo XVIII -conocida como "La catedral de la Puna"- se ve desmedida para un pequeño caserío en el desierto y atesora una colección de pinturas de la escuela cusqueña.
Emprendiendo el camino de regreso, las Salinas Grandes constituyen un mar blanco de más de 12.000 hectáreas de sal, que en invierno adquieren una tonalidad marrón. Allí, el piso se quiebra en hexágonos perfectos, como si la naturaleza estuviese obsesionada por las formas geométricas.
Antes de llegar a San Salvador, se puede completar el viaje en las Serranías de Zapla, en Palpalá, a 15 km de la ciudad. Se trata de un paraje de yungas pobladas de eucaliptos, donde se encuentra una villa turística que décadas atrás era la mina 9 de octubre, cuna de la producción de arrabio en el país. Hoy se puede recorrer parte de esa historia e ingresar a un socavón, con restos de los materiales que se utilizaban.
También se puede acampar, practicar tirolesa y rappel, y realizar paseos en cuatriciclos y a caballo. Siempre en el marco de la belleza inalterada y el eterno silencio de Jujuy.
Fuente: Clarín Turismo
http://www.clarin.com/suplementos/viajes/2009/11/22/v-02045959.htm