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Recorrer los valles de Chilecito y Famatina, en La Rioja, implica internarse en un sinuoso camino entre las montañas, atravesar una serie de pueblos de largos callejones con casas de adobe, escondidas entre viñedos y nogales.
Son, además, los valles más florecientes de la denominada Ruta de la Producción Riojana. Su recorrido implica degustaciones en sus bodegas y emprendimientos de nogales abiertos al turismo. La oferta se complementa con actividades en contacto con la naturaleza, como cabalgatas y excursiones entre las quebradas.
Sin duda el vino es un sello distintivo en la región. Hoy, en toda la provincia hay ocho mil hectáreas de campos embebidos con 17 bodegas, donde el 75 por ciento de ellas está ubicado en Chilecito y Famatina.
El vino llegó de la mano de Ramírez de Velasco, junto con los sacerdotes dominicos y jesuitas que acompañaban la expedición conquistadora.
La actividad, que en sus comienzos fue muy rudimentaria, tuvo su primer punto de inflexión hacia el surgimiento de una industria vitivinícola moderna a principios del siglo XX, cuando llegaron a la zona empresas con tecnología destinada a la producción a grandes escalas.
La propuesta de turismo enológico es amplia y rica, de la mano de bodegas como La Riojana Cooperativa Vitivinícola, Valle de la Puerta y Chañarmuyo.
En el faldeo oriental del las Sierras del Famatina, en el pueblo del mismo nombre, está Huayrapuca, o literalmente: «Viento Colorado del Zonda», un reciente emprendimiento turístico productivo donde el visitante puede alojarse; degustar sus exquisitos platos gourmet; todos con algo de nuez; realizar paseos por la finca, cabalgatas y excursiones. Aquí podrá conocer paso a paso la producción de la nuez, la selección y el fraccionamiento de sus distintas variedades hasta su envasado al vacío, y hasta participar de la cosecha.
La región nogalera por excelencia, ubicada a 1.700 metros snm, se extiende sobre los valles que nacen en el cordón montañoso del Famatina. Es una zona de un clima caracterizado por sus riegos con agua de deshielo, gran cantidad de horas de frío, muy baja humedad, gran amplitud térmica y abundantes días de sol. Por ello, sus nueces difícilmente puedan encontrarse en otros lugares del país.
Todas estas condiciones alentaron a los productores locales a elaborar, además, tomates deshidratados, proceso realizado sin ningún proceso químico, solamente con el aprovechamiento de la exposición solar, la ausencia de insectos y un cielo limpio, revalidando las técnicas ancestrales de sus viejos pobladores.
Y con Famatina «a cuestas», justo enclavado en el cerro de ese nombre, aparece el cable carril La Mejicana, que además de ser una de las atracciones principales para el visitante, es el testimonio más cabal de la fiebre por el metal precioso. A lo largo de nueve estaciones, esta obra de principios de siglo XX ascendía a más de 4 mil metros hasta sus socavones en lo alto del nevado. El cable carril ya no transporta ni hombres ni minerales, permanece inmóvil y silencioso, casi como la misma idiosincrasia de su pueblo.
Otro de los circuitos más atractivos está en la zona de Playa Amarilla, Playa Ramblones y Mariposa de Oro, donde es posible ver, aún hoy, el trabajo de los pirquineros, ilusionados «lavadores de oro». Se tata de pequeños productores mineros dedicados al lavado y recolección de oro. La extracción se hace en forma manual, filtrando y seleccionando las partículas de oro -pirita- que bajan con el agua de los deshielos, en una especie de coladores gigantes. Un espectáculo digno de ver.
Cómo llegar: Aerolíneas Argentinas $ 1.560.
Fuente: Diario Ambito
http://www.ambito.com/suplementos/placer/noticia_suplemento.asp?ID=518905
Los caminos de Famatina y el oro
