A lo largo de toda la provincia de La Rioja hay restos de las culturas totoral, ciénaga, aguada y diaguita de hasta 10.000 años de antigüedad. Un recorrido para conocer las estrellas diaguitas de Chilecito, el Museo Inca Huasi y las pinturas rupestres del Cañón de Talampaya.
En La Rioja no sólo sobreviven costumbres relacionadas con las culturas indígenas como la fiesta de la chaya y el tinkunako. También están desperdigados por toda la provincia restos arqueológicos de las culturas originarias. En su libro Amanecer de la historia, la arqueóloga Martha Ortiz Malmierca explica que los vestigios más antiguos de la presencia humana en La Rioja datan de unos 10.000 años, cuando grupos nómadas de la cultura totoral pasaban habitualmente por el Valle de Vinchina.
A comienzos de la Era Cristiana aparecen los primeros grupos sedentarios en la región –de las culturas saujil, condorhuasi y ciénaga–, que se instalaban en los pocos lugares donde había agua. El Museo Arqueológico Inca Huasi en la ciudad de La Rioja exhibe objetos cotidianos de aquellos tiempos, que hablan del modo de vida sedentario cuyo rasgo más novedoso fue el cultivo. El museo está en la calle Alberdi 650 y abre de martes a sábados de 9 a 12. Y cuenta con unas 8000 piezas de cerámica, piedra y metal clasificadas de acuerdo con la cultura a la que pertenecieron: diaguita, belén, condorhuasi, aguada y Santa María.
La cerámica de los diaguitas –quienes alcanzaron un alto nivel de sofisticación moldeando a mano y con pequeños tornos, vasijas y urnas funerarias–, es quizá la más llamativa del museo. Los diaguitas cocían la cerámica en hornos que permitían la entrada de oxígeno para oxidar el hierro y obtener colores rojizos con la arcilla. Pero también tenían hornos sin oxígeno, con lo cual conseguían colores más oscuros. E incluso cocían la cerámica sobre un colchón de guano para generar un efecto ahumado negruzco.
Una de las piezas más llamativas del museo es una urna funeraria de la cultura aguada del siglo VI. En los patios hay morteros de piedra –con cavidades profundas y angostas– y conanas, una variante con forma de disco levemente cóncavo, sobre la cual se friccionaba hasta casi pulverizar los granos. También se exhiben estatuillas de barro que, además de su valor estético, son una fuente importante para el estudio del vestido y el peinado de los antiguos pobladores de la provincia. Hay estatuillas de aborígenes con simples taparrabos y polleras, o con unos enormes vestidos que llegaban hasta los tobillos, lo cual coincide con los testimonios de algunos cronistas de la época.
El testimonio más impactante de los habitantes originarios de La Rioja precolombina tiene que ver con los pucarás, destinados a proveer refugio y defensa ante el enemigo invasor. Los restos de esas antiguas fortificaciones existen en varios puntos de la provincia. De los pucarás que hay en La Rioja el más visitado es el de Hualco, que fue restaurado y está ubicado en un paraje de fácil acceso desde la ciudad de La Rioja, en el Departamento de San Blas (170 km de la capital provincial, cerca de la localidad de Cuipán).
Justo detrás del cementerio de la ciudad de Chilecito se han preservado vestigios de lo que fuera una sede del curacazgo más austral del imperio Inca. Se dice que también en ese lugar estableció su vivac el conquistador de La Rioja, Ramírez de Velasco, atraído por los relatos de las fabulosas riquezas de oro y plata que los pobladores de la zona explotaban.
Pero el sitio más interesante en todo el Departamento de Chilecito es el llamado Perfil del Inca, ubicado en la Quebrada de Paluqui, en la zona de Los Colorados. Al llegar a este lugar al pie de las Sierras del Velasco, pareciera que la noche anterior hubiese ocurrido un gran derrumbe, con lajas de arcilla desperdigadas por todo el suelo. Allí se levanta una enorme roca con 10 metros de diámetro cuya forma natural semeja el perfil de una cabeza humana. Y lo más asombroso son los centenares de enigmáticos petroglifos tallados en la roca que se encuentran a su alrededor. Entre los grabados hay imágenes de flores, centenares de pequeños pies, manos, flechas, aves y la figura de un brujo que se repite varias veces. Se cree que fue un importante centro ritual.
Desde el pueblo de Vinchina –en el extremo noroeste de la provincia– se visita el curioso sitio arqueológico llamado Las Estrellas Diaguitas, una suerte de mosaicos hechos con piedras de colores en el suelo, probablemente por ancestrales miembros de las culturas diaguita o aguada. Si fuesen de la cultura aguada tendrían unos mil años de antigüedad. El sitio está camino a la Quebrada de La Troya, sobre la Ruta Nacional 76, pasando el río Bermejo. Cada una de estas “estrellas” de diez puntas mide unos 10 metros de ancho y se cree que podrían haber sido una especie de calendario agrícola. El relleno de los dibujos está hecho con piedras negras de basalto en las puntas triangulares, piedras rojas de arenisca en los espacios entre las puntas y el festón, y piedras de cuarzo blanco como separador lineal de las diferentes áreas de color. Otro detalle importante es que tienen un sendero sin piedras que corta la corona en su lado oeste y permite ingresar al espacio central de las estrellas. En total son tres estrellas reconstruidas y hay otras tres que no se pudieron recuperar.
Fuente: Página 12 Turismo