De la capital a los Valles Calchaquíes, un itinerario que hilvana centenarios templos y coloridos festejos, en medio de un paisaje imponente.
Si a los paisajes salteños se le suman más de 370 hermosas parroquias, iglesias y capillas, muchas de la época colonial, arte sacro, no menos de un centenar de coloridas fiestas patronales y conmemoraciones litúrgicas empapadas de una rica cultura ancestral, celebradas en la región más religiosa del país, se entiende por qué Salta se está convirtiendo en un atractivo polo de turismo religioso, una variante de esparcimiento que crece en todo el mundo.
El año pasado, más de la cuarta parte del millón largo de turistas que visitaron la provincia lo hicieron atraídos por su patrimonio cultural y religioso, siguiendo una tendencia ascendente, según datos oficiales. Se trata de tours o, para los que profesan la fe católica, de peregrinaciones de entre tres y cinco días, repartidos en diversas propuestas: la capital salteña y sus aledaños, el interior provincial, las grandes festividades y celebraciones y el boom de los últimos años: la devoción a la Virgen del Cerro.
Entre los momentos más salientes del calendario religioso figura la festividad del Señor y la Virgen del Milagro, el 15 de septiembre, en la capital salteña. Es la celebración más concurrida. De su tradicional procesión desde la catedral al monumento a Güemes y vuelta al templo mayor participan cada año cientos de miles de fieles.
El circuito religioso por la ciudad posibilita unir a pie la catedral (de 1582), dotada de una ornamentación de singular belleza, y donde reposan los restos de Güemes; la iglesia San Alfonso, con magníficos retablos y 60 estupendos vitrales con imágenes de santos; la iglesia de La Merced; el característico convento franciscano, con su imponente arquitectura y fina ornamentación, más su valiosa biblioteca y museo, y el convento San Bernardo, el edificio religioso más antiguo de la provincia de Salta, que data del siglo XVI.
En mayo, se celebra la "Fiesta de la Cruz", con el ascenso al lindante cerro San Bernardo rezando el Vía Crucis. Como una extensión, pueden visitarse, aunque no ya a pie, iglesias y capillas de los alrededores de la capital salteña. Entre ellas, el templo de La Caldera, en el pueblo homónimo, construido en 1760 por misioneros jesuitas y de Santiago Apóstol, en Campo Quijano.
Se recomienda ver, además, las capillas de La Quesera y el Chamical, que tuvieron un papel relevante durante la gesta de Güemes. La Fiesta del Señor de Sumalao, en su santuario ubicado a 40 km de la ciudad de Salta, congrega a una multitud el séptimo domingo después de pascua.
La devoción a la llamada Virgen del Cerro, en las afueras de la capital, desde donde se tiene una magnífica vista panorámica de la ciudad es otro de los atractivos.
Los sábados, miles de fervorosos devotos se congregan para rezar junto a la ermita con María Livia, la salteña que dice recibir mensajes de la Virgen.
La celebración de la Semana Santa, que en la provincia se vive con gran intensidad y con las particularidades de cada lugar, especialmente en los Valles Calchaquíes. Por caso, en Cachi se realiza la parodia de la Quema de Judas, representado por un muñeco de trapo con cohetes que se cuelga en la plaza.
En Seclantás, San Carlos y Molinos hay procesiones con antorchas que bajan de los cerros y emotivas escenificaciones de la crucifixión.
En Cafayate, se oficia la ceremonia del Descendimiento y Santo en Tierra con procesión para lo que se utiliza una figura de madera articulada.
La vuelta a los valles Calchaquíes es un circuito que abarca cuatro días y tres noches, durante el que se visita -entre otras- la iglesia de San José de Cachi, el más importante baluarte de la arquitectura colonial, construida en el siglo XVIII y declarada monumento histórico nacional. Y la de San Pedro Nolasco de los Molinos, con sus imágenes del siglo XVIII.
En la quebrada del Toro y la Puna se sugiere la iglesia de Santa Rosa de Tastil, donde con ocasión de su fiesta patronal, el 30 de agosto, se realiza el ritual del suri, una tradición antiquísima que consiste en el baile de hombres disfrazados de suris (representan al ñandú serrano) y que tiene gran convocatoria.
Otro tanto ocurre en la iglesia de San Bernardo de la Zorra para su festividad.
Un párrafo aparte merece, en la misma región, la iglesia de Iruya, que data de 1753 y está enclavada en una geografía excepcional. De su fiesta patronal, el primer domingo de octubre, los fieles participan de la ceremonia con disfraces y máscaras de figuras rituales. Bailan danzas indígenas al compás de instrumentos autóctonos. Y se completa con una feria del trueque.
El circuito religioso, otra de las buenas razones para visitar la provincia de Salta.
Fuente: Clarín
http://www.clarin.com/suplementos/viajes/2010/04/25/v-02187285.htm