El nombre “los Seismiles” es un espectacular circuito que avanza entre 19 descomunales volcanes de más de seis mil metros y culmina en el Paso San Francisco, en el límite con Chile y en plena Cordillera de los Andes.
Durante la recorrida de los 197 kilómetros asfaltados de la RN 60, que llega hasta el Paso San Francisco, se atraviesa la parte baja de un gran valle con 19 volcanes que se suceden uno tras otro con la característica forma cónica de bonete trunco. Y a sus pies se distinguen las coladas basálticas con que los volcanes vaciaron por completo su contenido, derramándolo por el valle como ríos de lava convertidos en oscuros escoriales.
En el Cretácico, unos 80 millones de años atrás, este lugar pacífico lugar era un infierno de volcanes en erupción, mientras surgía desde el fondo del océano la Cordillera de los Andes.
Hoy es un desierto con una nutrida fauna, donde se puede encontrar medio centenar de flamencos con sus patas sumergidas en el agua que pueden desaparecer volando a medida que nos acercamos.
El paseo por los Seismiles es una excursión relajada de un día entero, que se puede hacer con un vehículo común desde los pueblos de Fiambalá o Tinogasta. Incluso hay tiempo para darse un chapuzón en una terma que hay junto a la ruta (una opción diferente a las tradicionales termas de Fiambalá).
El circuito comienza 50 kilómetros al oeste de Fiambalá por la ruta que lleva a Chile, partiendo desde los 1550 metros de altura y se llega a los 4726 metros en el Paso San Francisco, el punto más alto del camino. La pendiente es muy suave y los autos no son exigidos en lo más mínimo.
Es recomendable subir de a poco para aclimatarse a la altura, además de comer liviano.
Los primeros 45 minutos se puede ver un paisaje árido, por un camino sinuoso pero sin precipicios a los costados, pasando por restos arqueológicos de un poblado diaguita habitado hace 700 y 800 años.
A la derecha de la ruta corre el río Guanchín, alimentado por los deshielos cordilleranos y cuando llegamos a La Angostura estamos alcanzando los 2000 metros y van desapareciendo los árboles. Las montañas son cada vez más variopintas, algunas cubiertas de arenisca roja del Paleozoico (280 millones de años) y otras muy oscuras por la magnetita oxidada del Ordovícico, todas sin el más mínimo arbusto.
Aparece el Refugio Nº 1, el primero de los seis que hay a lo largo del circuito. Son como casitas triangulares de cemento con techo de metal.
A los 3000 metros comienza a faltar un poco el oxígeno, llegamos al Valle de Chaschuil, término que en idioma cacán (la lengua de los diaguitas) significaba “reunión de valles”. La vegetación se reduce, solo se pueden ver algunos pastos duros. En este valle hay un arroyo donde habita una comunidad de cangrejos que no se sabe cómo llegaron hasta allí.
Todavía en el camino sin las montañas más altas, se puede ver al norte el volcán Inca Huasi (6640 metros), el primero de los Seismiles que se verá todo el viaje. En la cima del Inca Huasi se encontró un santuario inca con una estatuilla de plata que hoy se exhibe en el Banco Nación de San Fernando de Catamarca, y hay una réplica en el Museo del Hombre en Fiambalá.
A la derecha se ve la cordillera de San Buenaventura, el límite austral de la Puna cuando aparece Cortaderas (3400 metros).
En este paisaje desértico, cada tanto se pueden ver algunos burros salvajes y lagunas con gallaretas, patos cordilleranos y más flamencos.
Las montañas y volcanes mayores comienzan a verse en el paraje Casadero Grande (3600 metros), donde suelen acampar algunos de los centenares de escaladores que llegan a esta zona cada año, procedentes de todo el mundo, para escalar las cimas de los Seismiles.
En el horizonte aparece luego el Ojos del Salado, que con sus 6864 metros es el volcán activo más alto del mundo, y sin duda uno de los platos fuertes para los montañistas. Desperdigados en el horizonte se yerguen los volcanes Walter Penk, Nacimiento y Aguas Calientes.
En el paraje La Gruta, a 4100 metros, hay un campamento de Vialidad Nacional y están las oficinas de migraciones donde se tramita el cruce a Chile. Desde allí hay 21 kilómetros hasta el Paso San Francisco, justo en el límite de las altas cumbres de los dos países.
Se puede seguir unos kilómetros más hasta la Laguna Verde chilena y pegar la vuelta, o bien seguir 280 kilómetros no pavimentados hasta la ciudad chilena de Copiapó famosa por sus playas y luego hacia el desierto de Atacama.