En torno a la ciudad, el Valle Central seduce con paisajes irreales, arte, gastronomía y sitios arqueológicos en un trazado de mil rutas posibles.
Balcones, valles, cumbres y bosques aparecen como por arte de magia a pocos pasos de la capital catamarqueña. Verdes, ocres y lejanos copos de nieve pintan al Valle Central, conformado por las Sierras de Ancasti y Ambato que es puerta de acceso a los distintos circuitos turísticos de la provincia.
Si se pudiese hablar de la gastronomía, el artesanado o la música como "territorios" no sería descabellado trazar nuevas rutas en Catamarca, aún inexistentes en los mapas.
Esos caminos imaginarios, revelan paisajes tan sorprendentes como los labrados por el agua, el viento o el tiempo, también por la unión de los saberes ancestrales y la herencia colonial, por los cultos religiosos y paganos. Aquí algunas propuestas.
A sólo 3 km de San Fernando del Valle de Catamarca, se abre el enorme espejo de agua del dique El Jumeal que atrae a los pescadores de truchas y deportistas náuticos, motos de agua y coloridas velas de windsurf. Animarse al desafío es apenas el inicio de una travesía que promete adrenalina.
Por la Ruta 4 se llega a La Silleta, un paraje que se presta para la práctica de enduro y mountain bike y permite apreciar las vistas panorámicas del cordón de Ambato. En el km 36, detrás de una pronunciada cuesta, se divisa la pintoresca villa veraniega El Rodeo, donde casas bajas de techos rojos se distribuyen entre los cerros y siguen el zigzagueante curso de los arroyos.
Este sitio es una buena elección para hacer base. Zona de asentamiento de las más antiguas estancias ganaderas de la provincia, cuenta con pintorescas hosterías desde donde se realizan circuitos de montaña y de pesca, además de reparadoras cabalgatas entre sierras, plantaciones de nogales, arboledas frutales y pequeñas cascadas. Los festivales folklóricos que se realizan cada año en enero y febrero convocan a visitantes de todo el país.
Once kilómetros más adelante, entre árboles frutales y cascadas, se accede a Las Juntas, donde el camino se vuelve muy irregular y se presenta ideal para subirlo en 4x4 o a caballo.
Ambas opciones prometen vértigo: al avanzar por la senda se va ganando altura y es usual ver el límpido cielo azul surcado por cóndores, además de las infinitas vistas del valle que ofrecen los distintos puntos del recorrido. Al fin alcanzamos un refugio para reponer energías, después de hacer un tramo a pie por un terreno ondulado cuya fisonomía, similar a una silleta de montar, le da nombre al curioso paisaje.
Si se llega a Las Juntas de mañana, muy temprano, es imposible perderse una cabalgata hacia Los Pinares. Debe tomarse el lado este del cordón de Ambato hasta el final de una huella, luego hay que desensillar y caminar por unos hermosos bosques de nogales salvajes, algarrobos y coníferas hasta el fondo de una quebrada.
La belleza del variado paisaje, visto desde 1.550 m de altura, deja sin aliento. Y también el terreno, bastante escabroso, hasta que empieza a descender hacia el río Las Juntas que lleva hacia un tesoro único: frondosos y perfumados bosques de pinares, cuyas múltiples variedades -formas, alturas y tonalidades- se encuentran sólo aquí y en algunas zonas del norte de Italia.
Desde San Fernando, otra propuesta lleva hacia el dique Las Pirquitas, el más grande de la provincia. Aquí hay buen pique de trucha y pejerrey y es punto de encuentro de los fanáticos del remo y el esquí acuático. Tras bordear el embalse, después de 15 km, se arriba a La Puerta.
Esta pequeña localidad está al pie de las sierras de Ambato. Antes de su fundación, en 1.690, era un poblado indígena, conocido como Pomangasta. La mayor atracción de este centro turístico, además de la riqueza arqueológica, es la imagen de la Virgen del Rosario, una de las más antiguas y veneradas en Catamarca. La abrupta ladera occidental de la sierra de Ancasti, da origen a la llamada Cuesta del Portezuelo, una de las más bellas del país. Nace a sólo 18 km al Este de la capital catamarqueña y sirve de nexo entre el valle y los departamentos de Ancasti y El Alto.
La Ruta 42 salva 1.000 m de desnivel a lo largo de 24 km, hasta llegar a los 1.680 m de altura en el Alto del Portezuelo. Quienes se atrevan a desafiar el vértigo en beneficio de disfrutar de una vista única, en el kilómetro 7 de la cuesta hay un mirador que ofrece magníficas panorámicas del valle.
Fuente: Los Andes Turismo
http://www.losandes.com.ar/notas/2009/11/29/turismo-459189.asp